martes, 25 de marzo de 2008

Demasiado tarde.



El proceso de polinización del maíz comienza cuando las flores derraman el polen que, mediante el viento, termina por adherirse a los estilos gracias a su naturaleza mucilaginosa. A pesar de que cada estilo puede ser colonizado por varios granos de polen, solamente uno llega a alcanzar el ovulo y fecundarlo. Desde el momento en que germina hasta que alcanza el ovulo ocurre un nuevo milagro de esta vida. El grano de polen esta diseñado genéticamente de forma que al contacto con el estilo, su núcleo se divide en dos con contenido genético idéntico, pero con funciones radicalmente distintas. El primero construye un minúsculo tunel justo en el centro del estilo. El segundo no tiene mas que deslizarse a través del tunel para alcanzar el óvulo y formar el embrión. La distancia total que recorre el túnel varía entre 15 y 20 centímetros. Sin embargo, el proceso total puede durar entre 12 y 24 horas.

He dicho que durante la polinización se produce un milagro... bueno, en realidad, me quedo corto. No sólo es milagroso que la evolución haya producido un mecanismo tan delicado para preservar la vida. En realidad, el milagro es que yo, inexperto, mediocre, débil y confuso haya tenido la suerte de aprender y admirar tal proceso. ¿Y porqué? Hace falta un largo camino para responder a esta pregunta. El maíz es una planta única en el sentido de que su capacidad de almacenar energía en condiciones mas desfavorables de forma mas eficiente la ha convertido en una de las fuente de alimentación del ser humano básicamente desde siempre, al menos en el continente americano. Esta puede ser, y de hecho es la mas probable, razón por la cual el ser humano ha dedicado gran parte de su tiempo a su meticuloso estudio. Consecuencia de ese estudio es la actual existencia de documentación, la suficiente como para que yo, en una búsqueda para nada cuidada, pueda acceder a esa información y disfrutarla... Pero esto es muy sencillo de decir en teoría. En la práctica, otro milagro ocurre. Hasta ahora me he referido al ser humano. En realidad, el avance se produce no por un ser humano en general, sino por uno muy concreto. Para entenderle es mejor ponerse en su lugar.

Todos hemos estudiado en un momento u otro de nuestra vida, y todos sabemos que no es fácil. Primero están los exámenes. Uno empolla y empolla y repite y repite, y llega la hora de escupirlo todo en el exámen, y todo parece haberse disipado en el aire... no sale nada de la punta del boligrafo. Y no sale nada, porque no hay nada en el otro extremo. Todo ese tiempo repitiendo en realidad era producto de nuestro miedo ha fracasar, a ser castigados, o a que se rieran de nosotros. Al menos dedicandole tiempo estábamos a salvo de la regañina de papa y mama. Pero nuestra mente no estaba por la labor de asimilar esos conocimientos. Al fin y al cabo, ¿para que? ¿a mi que me importa si hay un rio en el norte de España, o que tal rey reinó o no? ¿Para que el Latin, o porque leer a Camilo Jose cela?..., ¡si no le entiendo, y me aburre!

El cerebro del ser humano, básicamente de cualquiera, tiene gran capacidad. De almacenar, de resolver, o de inventar. Pero así como las piernas se atrofian si no se mueven, el cerebro se adormece del desuso. La falta de costumbre a la hora de afrontar un problema hace que su resolución parezca imposible. Al fin y al cabo entendemos el mundo a través de nuestra experiencia al explorarlo. Y si no hay experiencia en una determinada dirección, no hay entendimiento. Es decir, si a un africano del Congo le presentamos un africano de Kenia, lo menos que va a llamarle la atención es el hecho de que sea negro. Es todo lo que ha visto en su vida, y sigue vivo, así que ser negro no debe ser tan malo. Si se lo presentamos a un esquimal.. bueno, en realidad si se lo presentamos al españolito de turno, un ataque de pánico, (que a veces se traduce en violencia, y a veces en un simple odio en grado superlativo mezclado con asco), esta garantizado. El nunca vio un negro en su vida, y todo lo que ha oído de los negros es malo. Su experiencia, corta y sesgada, le dicta un rechazo. Lo mismo pasa con el estudio. La experiencia, casi nula, a la hora de aprender, dicta un rechazo rotundo a la hora de estudiar. ¡Que coñazo!

Y sin embargo, tal persona, absolutamente desconocida para nosotros, dedica su vida al estudio del maíz. Tal persona descubre gracias a su trabajo, y a su decisión de dedicar su tiempo a mirar una y otra vez el desarrollo de las plantas...!24 horas en un proceso inapreciable a la vista!, en vez de dedicarlo a ver la tele, criticar a su hermano, juzgar la vida de un famoso que, por otro parte, es completamente desconocido para nosotros, jugar a la play, (construida y diseñada con mucho cuidado), o tantas otras tareas de utilidad, al menos, dudosa... Y tal otra persona que leyendo su trabajo decide escribirlo de forma comprensible para otros. Gracias, tu trabajo lo apreciamos. Y tal otra que disconforme con la velocidad de transmisión de la información y, en este caso, aquella que es extremadamente valiosa como es el aprender a mirar, decide mejorar el mecanismo, y tal otra que por fin y gracias al trabajo de todos ellos, lo publica de manera accesible y de acceso inmediato a todo aquel que cumpla una única condición. Que quiera leerlo. ¡Por Dios! ¡que poco, después de tanto!

Y sin embargo, que difícil pues, todavía queda la pregunta de ¿Y para que? La mayoría de seres humanos no aprendemos porque un día, hace muchos años, decidimos que no podíamos. Eso era solo para los listos. Tenía que ser sólo para los listos porque nosotros lo habíamos intentado, y no habíamos podido... pero, en realidad, ¿lo habíamos intentado? La falta de experiencia a la hora de aprender o estudiar produce un estado de somnolencia cerebral que es difícil de superar, sobre todo, cuando se es niño y se tiene una enorme cantidad de energía dispuesta a ser usada. Usarla en estudiar no da resultados, ¡a nadie se los da! sin embargo, usarla en aprender a pasar mas y mas niveles del juego X o ejecutar con exquisita crueldad al que demuestra debilidad, genera un beneficio inmediato. Por tanto, queda en entredicho si la capacidad innata que cada ser humano posee para pensar fué alguna vez utilizada en esa dirección. Y si no, ¿quien dice que es demasiado tarde para aprender como se reproduce el maiz?

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