Me encuentro viajando en el espacio. Mi nave ya esta algo pasada de moda: he visto al cruzar por Saturno, en un concesionario de Shining, (la nueva marca de naves con tres motores), unas naves que te vuelven loco. Pero estoy contento. En general nunca paso al hiperespacio porque quiero ver poco a poco el paisaje. Son estrellas y planetas, y de tanto en tanto aparece una nube de meteoritos que pone a prueba mi habilidad de conducción. Pero lo hago con calma. Pensando en ti. Si viene por la derecha, giro a la izquierda, pero todavía me da tiempo a mirar su aspecto. Suelen ser muy irregulares, de color gris o marrón. A primera vista dan miedo, pero después los miras con atención y tiene tantos detalles!! Cuando tienes suerte, en una de las pequeñas cuevas que se forman en su superficie hay un leve rastro de color azúl, o rosa.
Mi ser se divide en dos. La parte racional es un gallito de pelea. Siempre quiere tener razón y siempre tiene algo que decir. Toma decisiones como si fuese el capitán de la nave y lo intenta hacer muy bien. Tiene en cuenta todos los detalles suma, resta, observa la base de datos entera, y compara con otras situaciones que supo responder en el pasado... y a pesar de eso, a veces confunde el camino y se deprime. Otras no. Llega a un buen puerto, y se alegra y se prepara para volver a llenar el depósito de combustible. Ir al mercado mas próximo y comprar los productos mas exóticos para poder proseguir y disfrutar al máximo al reanudar el viaje... pero yo creo que lo que paso es que tuvo suerte...tanta suerte.
La parte irracional: discreta y siempre en un segundo plano. Siempre intentando estar calmada, observando como la parte consciente dirige y se altera en un mundo de prisas. A veces un giro brusco la marea y la hace vomitar. Un vomito que envuelve y confunde a la parte consciente. Y le tapa los ojos. Y entonces es ella, y sólo ella, la incosciente, la que puede gobernar. Y un viaje a ciegas puede ser un martirio para el consciente, pues no esta acostumbrado a dejarse conducir.
O puede ser el mayor de los placeres, y para ello, sólo se requiere una cosa: confianza. Y al confiar, el viaje pasa a una nueva dimensión. Te inunda una sensación infinita de paz. La que se consigue al relajar toda aquella atención que requería un viaje intentando evitar problemas. Comienza ahora un viaje en el que el objetivo lo marca la parte inconsciente, es decir, un viaje en el que el objetivo es sentir. Y el viento del viaje va apartando el vómito de tus propios ojos, y puedes ver sin necesidad de controlar. Y entonces todo va mas lento y esquivar problemas no es tu objetivo, no. Parece que la maquina simplemente sabe el camino. Y te enseña la parte mas bella del paisaje. Tu. Y te llena, pues llega a todo tu ser.
A veces, cuando lo que me rodea es una inmensa ola de espacio, sin materia, es cuando pongo la nave en velocidad máxima: el hiperespacio. El impacto de aceleración es tal, que empuja mi cerebro para atrás, y reduce mi consciente. Y es el incosciente el que se enfrenta de manera directa a la realidad. Pura sensación, de gran fragilidad, que me invita a vivir. Es un estado que me deja muy sensible, que se puede partir en cualquier momento. Y me da miedo y me hace llorar. Y sólo me queda la confianza.
Aqui te va un poquito de viento.
2 comentarios:
Si, de eso se trata, de reencontrar esa confianza con la que hemos nacido y rehacer nuestra vida a raíz de ella.
Si. Es una especie de pescadilla que se muerde la cola. No hay mas que confiar, para empezar a reestablecer esa confianza en la vida. Es un pequeño riesgo inicial que hay correr. Un salto al vacío que te coloca en un punto optimo para empezar a vivir.
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