domingo, 31 de enero de 2010

Velocidad y Vida.


Joder! es que los días pasan volando!!... ... ... pero, ¿por qué? A mi juicio, la vida debiera ser simple y verdadera. Casi por definición. Sin embargo, el ser humano consciente como es de que está vivo, y lo aprecia, teme perderla. Morir es un evento natural que, desafortunadamente es, en principio, exactamente lo contrario de estar vivo. Así pues, cuando a lo largo de la historia el ser humano, vivo generalmente, ha visto como otros perdían la vida, ha ido generando un miedo intrínseco a la muerte, o a todo aquello que parezca acercarle a ella. Lo llamamos instinto de supervivencia. Ese miedo primigenio es, por decirlo de alguna manera, la madre de todos los miedos. Pero la muerte llega, irremediablemente. En el mundo animal se resuelve de manera sencilla el dilema de la vida: reina la ley del mas fuerte. La gacela mas lenta se la devora el león, sin ningún tipo de escrúpulo. Es natural. Y se hace a la luz del día, a ojos del resto de gacelas. Son instantes de tensión y miedo, que en un instante desaparecen. En el instante en el que los colmillos del león se insertan en el lomo de la gacela absorviéndole la vida.

En la prehistoria, el ser humano se regía por las mismas leyes y, de la misma forma, el ser humano mas débil perecía en las fauces de otro animal mayor, o producto de los golpes de otro ser humano mas fuerte. Y de nuevo ocurría de manera natural, a la luz del día, y a la vista de el resto de seres humanos de la comunidad... Pero con una diferencia. Ahora, el ser humano, capaz de analizar lo que ven sus ojos, con el paso del tiempo entiende que el débil perece. Y si lo que intentamos de manera intrínseca es conservar la vida, no se puede permitir la debilidad. Es decir, no se puede permitir hacer las cosas mal. Cometer errores nos lleva a una muerte inminente y violenta. La conclusión esta servida: no se pueden cometer errores.

El problema surge porque, al nacer, nadie nos obsequió con el manual de saber vivir. No. Al contrario, nos enseñaron a esconder el hecho de que es natural no saber vivir. Pero la desconfianza, y la posibilidad de que alguien mas sepa que no sabemos vivir, y lo utilize en nuestra contra, (para reducir o eliminar de manera tajante nuestra vida), hace que lo escondamos a toda costa. Gracioso es cuando todos estamos escondiendo lo mismo!! Y para esconderlo, encubrimos nuestros pensamientos. En nuestro cerebro se oyen razonamientos e ideas limpias. Genuinas pues son nuestras. Humanas. Pero nuestra boca jamas las transmite, pues teme que de ellas se transluzca nuestro ser inmundo, e ignorante de la vida. Un ser humano malo que, por tanto, merece morir. Así pues la vida se convierte en una batalla constante: nosotros, los que pensamos, y nosotros los que mentimos al exterior. Nuestra vida, que de manera natural consta de dos partes, una interior y otra exterior, son completamente contradictorias. La interior dice y siente una cosa. La exterior, que se construye del mensaje que recibe del mundo fuera de uno mismo es completamente opuesta. Y lo es porque tal mensaje no es sino el reflejo de lo que nosotros mismo decimos al exterior: una mentira constante que intenta esconder lo que creemos es horrible y que, curiosamente, no es mas que ser humano en toda su extensión. Grande, simplemente por el hecho de existir.

Curiosamente, esta contradicción constante, construida por nosotros mismos para evitar la muerte, es la que reduce nuestro tiempo de vida. Efectivamente, por miedo a enfrentar y mostrar nuestro propio ser, nuestro día a día transcurre entreteniéndonos a nosotros mismos en múltiples cosas mundanas que evitan la sensación primera: mientes. Pero nuestro ser, consciente de esa mentira, y ansioso por vivir, pues es ese nuestro objetivo intrínseco como seres vivos, espera impaciente a que nuestro ser consciente le deje mostrarse al exterior y acabe la contradicción, y empieze la vida plena y verdadera. Así pues, cuando acaba el día, y no nos hemos atrevido a enfrentarnos a nuestros miedos, esos que nos esconden del exterior, se nos queda la sensación de que otro día mas se nos ha pasado sin haber hecho nada. Cuando los días pasan de esta forma, y los meses, y los años, concluimos

"que rápido pasa el tiempo".

Por el contrario, cada día que, no se sabe bien porque, decidimos y podemos enfrentarnos a nosotros mismos, y repentinamente expresamos hacia el exterior una de nuestras ocultas verdades, por mínima e insignificante que parezca, hace ese día intenso e inacabable. Largo... y es que un de las miles de piedrecitas que transportamos, ha sido lanzada al exterior. Lanzada con fuerza sobrehumana, de forma que jamás volverá a suponernos una carga. Y la sensación de jamas, nos da esperanzas. Nuestro objetivo es vivir. Y nuestro SER siente que cada paso verdadero, cada piedra eliminada nos acerca a la vida plena. Esta vida, en completa harmonía entre interior y exterior, no distinque el paso del tiempo, pues el tiempo no es sino la necesidad de mostrar la verdad que, durante generaciones, quedo oculta en nuestro interior. No distinque el tiempo y, por tanto, se hace larga... muy larga...No distingue el tiempo y por tanto se hace eterna.

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