¿Existe o no existe la verdad? ... ... ... ¡Cielos! ¡Esta si que es una buena forma de empezar el día!. En realidad no tengo muy claro si, esto en concreto, es algo que a la gente le preocupa sobremanera... Ahora mismo no recuerdo que esta sea una de las cosas que aparece cuando hacen esas encuestas sobre cuales son los problemas que mas preocupan, pero quien sabe. A lo mejor es porque se lo callan. Bueno tampoco se trata de hablar siempre de cosas que nos preocupan. De hecho, a veces, creo que es bueno escoger un tema que aligere nuestros problemas un poco... Así que, en este caso concreto, se trata de ver si somos capaces de aligerarlos, pero de verdad.
Pero no es fácil responder a la pregunta. Sin embargo, creo que sería mas fácil responder si nos hubiesen preguntando si existe la mentira. Creo que, mas o menos todo el mundo, habría estado de acuerdo en responder que si. O, al menos, creo que la mayoría somos absolutamente conscientes de haber mentido, en el mismo momento en que lo hacemos. A lo mejor no siempre que lo hacemos, pues algunas mentiras son realmente difíciles de distinguir. Pero en otras ocasiones mentimos con clara intención de hacerlo y sin duda alguna de que nuestra actitud es mentira...¿Como puede ser esto? En realidad es que utilizamos la misma palabra para representar dos significados muy distintos. Por una parte esta la verdad , esa que sirve como último bastión en el soportamos un supuesto sentido global de la vida, y que puede ser mas complicado de argumentar su existencia y, en este sentido, es mentira aquello que niega la verdad. Pero hay un segundo sentido de mentira. Mucho mas cercano. Vamos a suponer que todo lo que nos pasa tiene un continuo que se corresponde justamente con la sensación que nosotros tenemos de ese continuo. Es decir, que cuando uno se levanta para ir al lavabo de su casa, y lo encuentra justamente a la derecha de la cocina, es porque esa es su casa, se acostó en su cama, y allí mismo se levantó. Nada mágico ha pasado. Este juego tiene una reglas que, sin entender bien, todos aceptamos en un estadío mas o menos temprano de la vida. Y según estas reglas, si un día no vas a trabajar y, como excusa dices que tenías 40 grados de fiebre y que no has podido levantarte de la cama, cuando en realidad lo que tenías en una resaca tremenda por haberte excedido con el lingotazo la noche anterior, estas mintiendo. Hablemos de esta mentira porque, sin entender esta, tampoco tiene mucho sentido intentar entender nada mas. Vamos a relajarnos por un momento. Dejemos que la vida siga como quiera, es decir, para que preguntarnos si tiene o no sentido, o si se debe vivir así o asa, o incluso si se debe vivir o no. Simplemente, aceptemos que estamos donde estamos, y que cuando uno tropieza y cae al suelo, se hace daño. En este caso, la mentira, esta que reemplaza una fiebre por una borrachera, nos lleva a rellenar a tiempo real, es decir, al mismo tiempo en el que sigue discurriendo esta vida, (que ya hemos aceptado que discurre), todas las lagunas que puedan surgir de nuestra mentira. ¡Tenemos que hacerla creíble! Que interesante, ¿no? Tenemos que recrear, con una mente que no sabemos muy bien como funciona, (de hecho no sabemos muy bien si funciona o no, simplemente lo aceptamos), una vida que no entendemos muy bien como transcurre. Lo que único que sabemos, (¡y es porque así lo aceptamos por desesperación!), es que transcurre. Claro, la maquinit,a (ese cerebrito que Dios nos da), esta utilizando todos sus recursos en inventar, y no admite ninguna interrupción, como la que se produce por ejemplo al mirar, o escuchar, o sentir, o charlar. Así que, en el proceso de creación, o invención, de la mentira, ni miramos, ni escuchamos, ni sentimos, ni charlamos. Y lo peor es que, en muchos casos, ni inventamos. O al menos, no inventamos con el detalle suficiente como para hacer nuestra historia creible. Y nos cogen. Entre otras cosas, porque durante el proceso de creación hemos estados de alguna forma completamente aislados del exterior, con lo que puede ser que, en algunos casos, nuestra historia no cuadre con el presente pues hemos tenido una laguna de información. Pero es que incluso en el mejor de los casos, en los que nuestra historia "cuela" lo que ha ocurrido es un pequeño desastre. Es posible que nosotros estemos contentísimos con ella. "Ja ja, se la he metido doblada, ja ja ja" La mayoría de las veces esas mentiras que metemos dobladas son, en realidad, porque al resto del mundo les importa un bledo lo que tu hagas o dejes de hacer así que, si mientes, están mas o menos dispuestos a seguir adelante. Ya veríamos si mientes e intentas quedarte con su dinero, o con su vida a cambio... Así que, en realidad, ni siquiera tiene mérito tu historia. Pero es que, ademas, el precio que has pagado ha sido, en mi opinión, extremo. Tu vida, durante el proceso de creación, ha estado atada a una secuencia de hechos que están fuera de la realidad. Es decir, tu vida no transcurre por el mismo camino por el que transcurre esa vida que nos proporciona el sentido por el cual estamos aquí, dispuestos a llegar a ese baño que esta a la derecha de la cocina sin discutirlo como cierto. Ese sentido que obtenemos al mirar una pelicula interesante, una chica guapa (o chico claro), un cielo inmenso, un cielo de niño... mirándote; al escuchar una palabra de apoyo, un piropo, una risa enrome y constante, el crujir de una gota de agua al caer en el aceite hirviendo, un piano, que repite lo que otro ser humano quiso decirnos cientos de años atras...; al sentir, ¡Dios! ¡¡Al sentir!! la propia vida agitándose. La verguenza de sacar siempre buenas cartas, el estruendo de un petardo que te oprime el pecho... al sentir miedo; Al charlar, y hacer realidad, hacer verdad, extraños impulsos eléctricos en forma de palabra que circulan a toda velocidad por no se sabe donde, (que por alguna razón imaginamos circulan por nuestra cabeza...), y recibir a cambio de nuestro esfuerzo, el correspondiente certificado de nuestra existencia, de nuevo en forma de palabra, pero esta vez ajena. Una palabra de verdad. Una palabra que nos termina por convencer de que, sin ella, somos mentira. Este es, pues, el precio que uno debe de estar dispuesto a pagar cuando se dispone a mentir. Un precio que, sin duda, oprime y achica nuestro ser. El precio que se paga por el miedo que supone aceptar que la vida, que no entendemos como transcurre, en realidad transcurre a nuestro favor. Sólo por el riesgo que supone perderla, al no entenderla, intentamos asegurarla, es decir, momificarla y encerrarla en un cuadrado, pequeñito pequeñito para poder controlarla. Porque si se descontrola, estamos seguros de que será para mal. El miedo pues que, por fin, nos encierra en una caja. Y es que la alternativa da miedo. Entre otras cosas, morir!!...Bueno, no exageremos, no es fácil que por decir la verdad uno pierda la vida, al menos no la primera vez que se intenta. Ademas, la libertad que supone salir de esa caja asfixiante al espacio abierto merece la pena el intento.
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