viernes, 25 de julio de 2008

De tu Presente a mi Futuro



Metido en la habitación, el calor es sofocante. ¿Para que nacemos? Lo único que hago es levantarme, y con pesado esfuerzo llego al sofá donde, con una leve presión de mi dedo pulgar, ilumino la habitación con la luz e historias de la tele. En ese momento desaparece el mundo. Desaparece el tiempo. La energía y capacidad de mi cerebro, si es que la hay, se difumina en la comprensión de historias escogidas para mi, no por mi, sin propósito aparente. Yo veo la tele, pero ella no me ve a mi. Quiere llegar a mi, hacerme feliz, captar mi atención, entretenerme. Pero no me conoce. Su contacto conmigo se hace a través de estudios que, de forma general, clasifican al ser humano. Al televidente. Lanzan productos en base a estadísticas, números obtenidos con maquinitas que interpretan el comportamiento humano según patrones que se repiten. Básicamente somos todos iguales, quiero decir, el ser humano, todos y cada uno de los individuos, tenemos cierto porcentaje que es común a todos nosotros. Es, digamos, el conjunto base de nuestra estructura. (Así como todos tenemos dos piernas, dos brazos, etc, también tenemos cierto porcentaje de comportamiento, algo mas invisible, común a todos nosotros). Y es en base a esta estructura básica e indiferenciada que se elije la programación y método de entretenerme. Entretener quiere decir, según la primera entrada del diccionario de la real academia de la lengua, distraer a alguien impidiéndole hacer algo. En este caso, vivir. Nací sólo con tiempo, y esto es todo lo que tengo. Y a cambio de quitármelo, me ofrecen el programa básico de entretenimiento. Lo peor es que yo lo acepto.

En el exterior parece que Dios se ha dedicado a pintar hoy. Color rojo para el atardecer, nubes que parecen ser absorbidas por un aspirador invisible. Blancas, con fondo azul entre sus flecos. Todavía puedo ver y sólo el contraste de colores me sorprende y me cautiva. No es un acto de comprensión. La energía que produce ese cuadro, simplemente llega a mi. Y como cualquier impacto de energía bien dirigido, me empuja. Una vez en la calle, los ojos dan paso a otros receptores sensoriales. El aire equilibra la temperatura y, con ello, relaja mi mente. El esfuerzo del pedaleo estimula mis músculos, y sistema nervioso. Me muevo, y el movimiento es vida. Me muevo donde quiero. Cada pedaleo requiere tomar, o haber tomado, una decisión. Darlo. Y con ella ocupo mi presente. Mi interés es el único que puede predecir que tipo de decisiones puedo y debo tomar en el futuro. Y este es el principal problema.

He aquí una opción. Parece, a mi me parece, que parte de esa estructura básica, común a todos, es justamente el desconocimiento sobre como utilizar el tiempo de cada uno. Es un problema por tanto que espera solución. Yo no la tengo, pero se me ocurre que puedo dedicar mi tiempo justamente a buscarla. Si sólo conozco un camino por donde ir, mi cuerpo lo sigue, pero no le hace falta un cerebro para completarlo. Camino, igual que lo hacen las vacas. Por el mismo sendero, y de la misma forma. Y el camino masivo por un sendero común erosiona la tierra. El problema parece originarse en la desinformación e ignorancia que me impide recorrer otros caminos. Sólo teniendo diferentes opciones, tendré que tomar una decisión. Y mi cuerpo no puede decidir, mi cerebro lo hace. Y por fin soy diferente. Y por fin yo, y solo yo, estoy vivo. No una estadística, un número, o una estructura básica y común. Sólo yo. Dedicaré mi tiempo a informarme de cosas, tantas como capacidad tenga. Y como tengo poca, y se que en mucho soy igual a los demás, puedo suponer que los demás también tienen poca. Y por ello, compartiré esa información, de forma que optimizaré mi esfuerzo. El resultado de mi búsqueda no se evaporará al tomar yo mismo una decisión basada en la información que obtuve, sino que quedará escrito. Y otros ya no tendrán que buscarlo sino que, con cierta suerte, esta listo para usar. Entre ambos hemos ganado un poquito de tiempo, el que le hubiese supuesto a ese otro localizar la información que yo ya obtuve y escribí. Y la de otros, servirá para mi uso propio. Y mi conversación no será vacía, sino con un propósito, el de ampliar el abanico de posibilidades que mi interlocutor pueda tener para tomar su propia decisión. La de vivir y caminar por un sendero que no erosione porque es el suyo. Y al ser único enseña y alegra la vista del que lo ve. E instruye; y anima a construir tu propio sendero.

He de empezar pues pensando que mi lectura o aprendizaje de hoy he de transformarlo en tiempo, que guardaré en minúsculas botellas de la eterna juventud. Y que regalaré a quien encuentre. Y que ojalá, a cambio, obtenga botellas, con el mismo contenido, y diferentes colores.

Ojalá y hoy aprenda algo para dártelo a ti.

No hay comentarios: