jueves, 7 de agosto de 2008

Hoy.



Y si todo se limita a hacer lo que se hacer bien, por miedo a darme cuenta de que mi vida no tiene sentido, ¿que sentido tiene?

¿Que sentido tiene la vida?

Para responder a esta pregunta, no hace falta estar pensando en un ser humano. La vida, tal y como la entendemos los seres humanos, no se limita a los seres humanos, sino que abarca animales, plantas, microbios, células... (curiosamente hay cierta polémica si un virus es o no un ser vivo). Pues bien, ¿que sentido tiene la vida de una célula? Esta claro. Hacer bien su trabajo. El suyo, y no el de otra célula cualquiera. Un trabajo concreto que, además, intenta hacer lo mejor posible. ¿Y porqué? Porque, con ello, consigue dar vida a un ser superior y mas complejo.

Así pues, dedicarme a lo que se hacer bien, quizá no es por miedo a la alternativa, sino por la poderosa razón de intentar construir un ente superior. El ente que se construye de las acciones, de las buenas acciones, que cada uno de nosotros lleva a cabo en su vida particular. En ocasiones mi vida se llena del cuidado con el que el circense reproduce su número. Mis ojos ven, y mi cerebro percibe, el resultado de un trabajo duro, constante y cuidado, es decir, de un trabajo bien hecho. Y mi vida se llena y se inspira porque tal persona, el circense, sabía hacer bien aquello. Y lo hacía. Y tal circense no tenía que ser el mejor circense del mundo. Pues mis ojos, y mis sentidos, no perciben lo mejor del mundo, perciben el detalle de un acto cuidado y bien hecho. Entregado de forma generosa al resto del mundo.

Así pues, lo que puede no tener sentido, no es dedicarse a hacer lo que uno sabe hacer, sino todo lo contrario. Dedicarse a hacer lo que uno no sabe hacer. Y perder, o no encontrar el interés por las cosas que hacemos, en realidad es sinónimo de carecer de interés por la vida. Aquella que, como decíamos antes, se construye del cuidado y tesón suficiente que cada uno ponemos en cada paso que damos. La belleza del baile no está en el movimiento del cuerpo, sino en el delicado movimiento en el momento preciso. Un concierto para piano lo puede ejecutar mucha gente. Pero solamente impresiona aquel que respeta hasta el extremo la presión que se ejerce sobre las teclas, el tiempo que se dedica a cada una de ellas, y el tiempo que se dedica entre ellas, la velocidad... Sólo en pocas ocasiones, la música nos hace llorar. Y sólo pasa cuando esta bien hecho.

Cada uno nacemos con unas virtudes. Y sólo tiene sentido si se exprimen al máximo pues, de su jugo, surgirá un ente superior. El que define esta vida, y que alimenta a los seres que la componen. Da lo mejor, para recibir lo mejor. Y no hace falta ser el mejor de este mundo para aportar lo mejor que llevamos dentro. Y, de hecho, no se podrá ser el mejor de este mundo, si ni siquiera somos capaces de hacer bien una tarea para la que en realidad si estamos capacitados. Rescatar esas virtudes de nosotros mismos, pulirlas, y usarlas para generar una vida de la que podamos admirarnos es, a mi entender, un claro y preciso sentido de la vida.

Me interesa mi vida. Y si ahora hago matemáticas, pues bien, me interesan las matemáticas, como medio de unión entre mi ser, y mi vida que es la vuestra. Sólo de intentar hacerlo lo mejor posible fortaleceré mis nervios y mis músculos lo necesario como para colocar con cuidado y bien visible algo que pueda admirar a este mundo.

La honestidad.

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