miércoles, 8 de abril de 2009

Esto tiene mala pinta.



Al ir hacia la universidad el otro día me cruce con una mujer. Este hecho es mas o menos habitual cuando se vive en cualquier ciudad, casi independientemente de su tamaño. Lo que pasa es que casi sin fijarme en ella me pillé a mi mismo pensado en que tenía mala pinta. Y entonces me pregunte porque demonios de forma casi incosciente había llegado a tal conclusión. Entonces me fijé con mas atención. Llevaba un pantalon normal, un abrigo normal, de cara era una mujer normal... y sin embargo algo había que daba mal aspecto. Mirando con algo mas de cuidado, observo que, debajo del abrigo, lleva una especie de delantal como el típico que visten en las verdulerías las dependientas. Y aunque también era un delantal normal, estaba algo manchado del ir y venir del día. Las manchas, mas o menos extendidas por el delantal, eran claramente la razón por la que mi incosciente, mucho mas rápido que mi pensamiento consciente, había decidido que aquella muchacha no tenía buena pinta.

Sin darle mas vueltas me dirigí al autobus, que en ese momento estaba ya apunto de salir. Mi cabeza se disipa en alguna otra minucia, que pronto hace desaparecer el anterior análisis, aunque en realidad de manera meramente temporal. Tres paradas mas allá bajo para coger un nuevo autobus. Este, si es ya el que me deja en la puerta de la universidad. La suerte que tuve en el tiempo de espera del primero se compenso con creces al esperar el segundo. Un ligero fresquito, nada preocupante, impedía sin embargo que dejase pasar el tiempo de espera tranquilamente sentado en los bancos del autobus. Por dos razones: tales bancos son de metal, y la parada se encontraba a la sombra. Si me hubiese animado a esperar tranquilamente sentado, es probable que el ligero frío, se convirtiese en una tortura para mis delicadas nalgas. Nada. En vez de eso, camino y camino alrededor de la parada para combatir el potencial temblor de mis mandíbulas.

Un poquito mas allá hay una farmacia, con la mejor oferta que se puede esperar en su escaparate: sol. Me acerco, y comienzo a mirar desinteresadamente los productos que pretende que adquiera en ese momento. Yo no estoy para bromas ahora, que bastantes tropiezos he tenido ultimamente como para querer comprar mas cosas en la farmacia. Lo único que quiero es que el solecito me golpee ligeramente en el cogote... bueno, en realidad, en un momento dado decido que, por un lado, mi cogote ya esta suficientemente satisfecho, mientras que por otro mis piernas agradecerían descansar un ratito. Decido dejar de mirar el escaparate, para sentarme en el escaloncito que le separa de la acera.

Y me doy la vuelta.

En ese momento veo que una mujer se me acerca metiendo la mano en una bolsa de plástico...De repente saca una cajita redonda de quesitos en porciones... ni siquiera son El caserío. Es una caja azul de marca, para mi, desconocida... y me dice

-- ¿Te viene bien esto?

Confieso. Su acción directa me pilló absolutamente descolocado. Lo único que pude responder es

-- No.

Ni siquiera un educado gracias...

Un instante después de emitir yo mi rotunda respuesta la figura de tal mujer se desvaneció del mismo modo que había aparecido: envuelta en una aureola inquietante... (esa es. sin duda, la impresión que ahora me queda).

A mi me entro una risa muy agradable, que no podía parar. Hacía tiempo que no me reía por tanto tiempo, y tan bien... Fíjate, en el fondo, la mujer si que me dió algo de alimento, a pesar de que nunca será consciente de ello. Es mas, no se muy bien lo que ella pensaría ante tal respuesta que cortaba bruscamente y de raíz un acto de buena caridad como el que ella acababa de tener con alguien de la calle como yo.... Quien sabe, quizá su pensamiento fué simplemente,

"Lo único que quieren es emborracharse"

1 comentario:

Fernando dijo...

He vuelto a leerlo y me ha hecho, de nuevo, sonreír. ¡Que fácil sería la vida si no la hiciéramos tan difícil!