miércoles, 5 de septiembre de 2018

El Creto.


El Creto se expande entre las estructuras dando la sensación de baile incontrolable. Si el movimiento favorece la forma la estructura no sufre. Si, por el contrario, el vaivén se entrecruza y provoca el retorcer de los cimientos, entonces la estructura ruge. Ruge de dolor. Porque se cree estructura. Desde dentro se lo cree. Pero yo que miro desde fuera, veo lo incómodo de su ser. La energía que le supone ser una estructura formada de puntos de la misma materia que el soporte que la sostiene.

Puntos de interminables dimensiones en movimiento constante. Y sin nada más que hacer. Del propio movimiento, en direcciones y velocidades que varían por segundo en cada milímetro, surge el sentido. Y es que solo de mirarlo te fundes. Y la fusión da espanto pues te pierdes, al mismo tiempo que retornas a casa. Todo tiene un precio y en este caso, se paga la propia vida por la vida común. Por el placer de ser. Solo ser sin esfuerzo. Sin intentar ser nada.

En el movimiento se produce el ciclo del creto. No es consciente la materia. No le importa. Pero en una esquina dos estructuras se aproximan. Al estar a una cierta distancia, un punto de una estructura salta a la otra de manera aleatoria, sin prejuicio, sin decisión, simplemente por instinto. Empieza el ciclo del creto. Las estructuras se acercan y la propia atracción genera el contacto. Intenso. Delicado. Si te fijas, es en los detalles donde la acción es más frenética. Ocurren tantas cosas, que las estructuras se tambalean. Se creen que debe ser así y que siempre será así.

Y las estructuras le ponen nombre. Lo llaman Alegría.

Y el movimiento sigue. Es brutal cuando observamos la actividad de los puntos que forman cada una de las estructuras. Subiendo. Bajando. Golpeándose e intercambiando su lugar. Arrebatado. Es lo mas importante que está pasando en esa parte del paisaje. Y el movimiento sigue, y la cantidad de estructura en contacto va disminuyendo y, con ello, la sensación de creto varía.

Y las estructuras le ponen nombre. Lo llaman miedo.

Ahora ya parece inevitable. Mientras una de las estructuras tiene la forma dirigida al exterior, la otra continúa mirando al interior. Pero las dos se alejan. Y en un instante el último punto en común tiene ya entidad propia. No son más uno más uno, sino dos bien distinguidos.

En la primera, la más adelantada, el sol brilla. La segunda, de movimiento mas lento y mirada baja, atraviesa la cara oculta de la luna. El ciclo del creto se está acabando.

Y ambas, a la vez, le ponen nombre. Lo llaman tristeza.

Un nuevo ciclo ha comenzado.

pd. Este texto surge de una conversación con Clara, SAT 1 Agosto 2018. El nombre, Creto, es suyo.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Y sin embargo, aquí estoy.

Unknown dijo...

Madre mía que hermoso escribes Jorgito! Detrás de la luna está el sol ☀️ también

Unknown dijo...

Y así infinitamente, moviéndonos entre La Luz y la oscuridad, eso es lo que somos, polaridades.

Jorge Jiménez dijo...

Jazz es que me lees con buenos ojos. Luz y sombra. Dos partes de la misma sustancia.