viernes, 19 de octubre de 2018
Un verso en una noche lluviosa
Abrir el corazón, y que ocurra. No se bien qué. Es como que cuando pones los dedos en las teclas, se mueven sin preguntar. Cuando estas delante de alguien y que no te importe más que el bienestar de ese alma que tienes enfrente. No interrumpas. Siéntete como un canal universal que proporciona alegría.
En realidad es una actitud egoísta, porque la sonrisa surge sin esfuerzo. La energía que atraviesa tu ser la provoca. Y no es un hecho aislado. Esa misma energía circula libremente por tus venas. Las que llevan sangre, y también las que transportan los segundos de tu propia vida.
Un tsunami que invade tus sensores de conexión. De repente las ganas de pelear por tu identidad se desvanecen. No hace falta porque no hay duda.
Y es que ocurre así: llega un momento en que es tanta la energía que transita tu cuerpo, que como si fuese aceite de esencia de oxígeno, se desliza por el aire y se anida en los surcos de momentos que dejaron experiencias antíguas en un cuerpo que, aunque esta fuera de tí, enfrente de tí, siente como tú. Y su sentir, su sentirse llena de la misma energía que estuvo circulando por tu piel, y que ahora encuentra su sonrisa, elimina sus ganas de pelear por su identidad, porque no hace falta. Porque no hay duda.
Y es tanta la energía que transita su cuerpo que se desborda. Que se convierte en onda y que circulando por el aire se cobija en tus oidos, y comienza a viajar por los latidos de tus deseos. Latidos que se asemejan a los suyos. A los nuestros. A los de todos los tiempos.
No!. No te busques. Simplemente, da.
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