martes, 30 de octubre de 2018

Una ola de energía que me echa para atrás


Suena el gong, y una ola de energía me echa para atrás. Tocando la pared, confuso, lucho entre sentir y hacer lo que se debe: entrar en el círculo. No se que es lo que pasa, ni lo que me esta pasando, pero es la misma sensación otra vez de pérdida del horizonte. Una energía ancestral que me lleva a un llanto eterno, que me agota la respiración y no dice nada. Absolutamente nada. Al pasar la ola respiro. Estoy calmado, y siento que dejé parte de la herida una vez más.

Me dejo caer, y desde ahí entro en el círculo. Soy todo nervio. Las uñas rascando la madera. Las piernas que se balancean provocando que mi estado se acreciente, y mi estado que provoca que el movimiento se intensifique. Así hasta que la rabia no encuentra otro camino que el gritar.

AAAAAAAAHHHHHH, AAAAAAAHHHHHH,

AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH.....

....


....


y la calma se apodera de mi.

No es para siempre. El ruido de un cuerpo que se acerca me congela. Ya no respiro. Ya no me muevo. Su presencia me provoca ansia y miedo a la vez. Ansia de tocarlo. Miedo a que me sienta, y se marche. Y me abandone en lo más profundo de mi soledad.

Esta vez la vida parece sonreírme, y su cuerpo empuja el mío. Y como de forma automática, mi cuerpo se lanza intentando cobijarse en su costado. Al hacerlo, el silencio se apodera del entorno. El silencio y el tiempo, que se para. Del contacto depende mi futuro. El contacto es lo que pasa justamente al límite entre tu y yo. Y es tan fino que cualquier sensación, el mero susurro de un latir desesperado, lo decanta. Y se va. Y, esta vez, la vida es compasiva, y sigo en calma.

La curiosidad me mueve al centro. Busco nuevos lugares, nuevas eras. En realidad no busco. Me mueve el instinto. Una energía limpia, fruto del temprano dolor me lleva a un movimiento auténtico y sereno. Y surcando el paisaje, mi ego se anima e intenta de nuevo conquistar el trono de la identidad. Una identidad que no ve otra. Y me lanzo a conquistar otros cuerpos... ¡que pena!

Los nervios, la ira, el movimiento frenético, el cansancio, la calma y la vuelta a empezar ahora se repiten de forma cíclica...¡que pena! Y por otro lado, no es sino el transcurrir de segundos que diseñan mi vida, y los tomo. Me duele, no los quiero, pero me repito una y otra vez: y los tomo.

Y ahora no son mas que el lugar que quedó entre el silencio, y el ruido del contacto próximo. Y es que otro cuerpo respira a mi lado. Y me estremece. ¡quiero ir! Y no se ni por donde empezar. De nuevo el hielo se interpone entre mi ser y mi sentir. Lucho entre sentir, o esperar a que, como siempre, sea otro el que me da mi propia vida.

Cuanto lo siento. De verdad, cuanto lo siento.

E intento, lo juro, intento hacerme responsable de mis actos. Que no seas tu quien me de la energía para vivir. Intento abrir mi corazón para que puedas coger la fruta que surge y que te nutra. La hay, ahora la veo. Y no debo hacer más que ser paciente, y seguir luchando.

Y en esta ocasión me muevo hacia mi objetivo. Sin suplicar. ¡¡¡por Dios!!! ¡Basta de ruegos!

Y al encontrar mi objetivo, comienzo un juego que me divierte. Y se que esto alimenta a este cuerpo que me roza. Y jugamos, es corto, pero tranquilo. Sin invadir.

Y como con un temblor de su pie, provocado, se deshace de mi, y a mi no me importa. Lo dejo ir tranquilo. Y con el gong, mi viaje acaba.

La ola de energía, de lo más profundo de mi ser, desde lo más alejado de mi dolor, me espera. Todo está por ver.

No hay comentarios: